Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for agosto 2021

En memoria de los Buenos Cristianos

Los cátaros en realidad nunca se llamaron así. Ese título era en realidad algo despectivo, que significaba los puros, los perfectos, porque así pretendían ser en vida, gente que alcanzara la pureza y la perfección, no fue el título que se dieron. En realidad ellos preferían llamarse los «Buenos Cristianos».

Parecería que ahora, muchos siglos después de que ellos fueran exterminados en unas horribles hogueras, cuando hablamos de sus ideas y sus costumbres, los estuviéramos encumbrando por encima de sus verdaderos méritos. Que los Buenos Cristianos del Languedoc no fueron para tanto. Que simplemente fueron una herejía más de dudosas intenciones en una época en la que muchas nuevas creencias surgieron para oponerse al catolicismo.

Parecería que por otro lado la Iglesia Católica de hoy necesita que alguien se dedique a contrapesar los méritos de su influencia en la Historia, a pesar de sus fallos y de las atrocidades que ha podido cometer. Que no convendría empañar todos sus grandes logros sólo porque se equivocara persiguiendo a estas buenas gentes del Languedoc. Y que los Buenos Cristianos estuvieran siendo elevados a una posición de mérito que no les corresponde.

Creo que el hombre y la mujer del siglo XXI, cuando descubren la horrenda historia y el atroz pasado de la Iglesia Católica, sienten tal repugnancia y tal malestar, que intentan evitar pensar que eso pasó así de verdad. Negamos los traumas del pasado, para intentar sobrellevar nuestro presente.

Pero la realidad es que todo aquello ocurrió. La Iglesia Católica ordenó la muerte de muchas personas cuyo único delito era tener una fe en un Dios distinto al católico, o vivir unas costumbres y celebrar unos ritos que no eran los impuestos por una religión que se había erigido a sí misma en la única religión permisible.

La realidad es que estos hombres y estas mujeres, que murieron tan heroicamente, sin importarles lo que les hicieran, sin amilanarse ante aquellos hombres abyectos que les condenaron, eran auténticos héroes y auténticas heroínas. Eran además los creyentes de la mejor religión que jamás ha existido sobre la Tierra.

¿Tenían errores en sus creeencias? Puede ser. ¿Qué religión no las tiene? ¿Vivían una vida demasiado extrema, demasiado ascética, demasiado excesiva en algunas de sus costumbres? ¿Qué religión no ha hecho lo mismo en algún momento?

Cuando hablamos de los cátaros hoy en día tendemos a comparar catolicismo actual con catarismo medieval, como si esa comparación pudiera traernos algo de paz, pudiera hacernos ver que a pesar de la desgracia el fin estuvo justificado. El catolicismo al final salió de su caverna medieval y se modernizó con la Reforma y con todas las novedades que poco a poco llegaron a ella, y en el siglo XXI el católico puede sentirse con un poco de orgullo y sin traumas por culpa de las terroríficas acciones que realizó su religión en el pasado.

Pero todo eso es un falso sentimiento para sentirnos mejores. Y cuando nos desembarazamos de él, es cuando podemos ver con claridad que si a esa religión de los Buenos Cristianos la hubieran dejado en paz, con gran rapidez habría suplantado al catolicismo, y hoy en día, en nuestro siglo XXI, tendríamos en el mundo una religión cristiana increíble, que podría mirar con orgullo hacia atrás a su pasado, igual que lo pudieron hacer los primeros católicos de los primeros siglos, cuando pasaron las persecuciones de Roma.

Esa religión cátara era una religión liberada, que ofrecía a los hombres y las mujeres un nuevo aliento, una nueva esperanza, y les entregaba una libertad que nunca antes se había ofrecido. No había imposiciones, no había un líder que dictaba las órdenes. No había lugares sagrados, no había idiomas sagrados, ni cultos fijos e inamovibles. No había esa marginación atroz de las mujeres.

Se puede discutir sus méritos durante años, y decir todo lo que se quiera, pero ellos, los Buenos Cristianos del Languedoc y de otras partes de la Europa medieval, eran así. Había algo en su fe, algo que quizá provenía de los remotos orígenes del cristianismo, algo puro, incontaminado, que les hacía brillar con un brillo especial.

Ahora se puede hablar de ellos relativizando todos sus méritos, y diciéndonos, para nuestro consuelo, que no fueron para tanto, que mezclaban las creencias en dos dioses en lugar de ser monoteístas, que admitían la reencarnación en cierta manera, que eran demasiado extremos llegando a una especie de suicidio cuando asumían los últimos votos. Podemos pasarnos cuanto tiempo queramos hablando de que todo eso les lastraba a un pasado o a unas ideas que parecían algo ¿superadas? por el catolicismo.

¿Qué importa hablar de un solo Padre, de la figura de un Dios que lo puede todo y lo ama todo, si luego la religión abusa del poder y destruye y se arma del miedo y del terror? ¿Puede una religión ser buena porque simplemente habla con bellas palabras? ¿Importan más las palabras porque ellas perduran? A lo mejor creemos que las palabras tienen un poder que en realidad no tienen. Quizá hemos perdido de vista que el verdadero poder está en la memoria, en lo que las palabras transmiten.

La memoria de los Buenos Cristianos es el recuerdo de unos pocos que se levantaron y dijeron «no». No vamos a permitir que el miedo conduzca nuestros pasos. No vamos a dejar que el terror y la presión nos diga qué es lo correcto, qué hay que creer y qué no. Vamos a levantarnos y a ponernos en medio de todo el mundo, y vamos a arder si es necesario para que nuestras palabras y nuestra forma de vivir se vean.

No queremos perderla de vista, no deberíamos perderla de vista, porque la memoria de los Buenos Cristianos es la memoria de una fe incomparable que sólo nuestra dependencia de un presente sin traumas nos hace relativizar para hacerlo soportable. Ellos fueron gente increíble, fuera de todo lo que se ha visto nunca en el mundo. Algún día esa memoria será rescatada como se debe, y serán encumbrados todos ellos y todas ellas donde se merecen.

Read Full Post »